En el día a día del desarrollo de nuestra labor profesional pueden darse situaciones en que el entendimiento con los demás desaparece y es sustituido por momentos tensos o incómodos. Esto suele darse cuando las personas se centran en defender su postura ignorando las opiniones y necesidades ajenas.
El éxito siempre va acompañado de las relaciones personales. Cuando las cosas no marchan bien en el trabajo, el día a día se convierte en una tortura, la comunicación se ve entorpecida por los intereses personales de las partes, merma la productividad y el estrés y la ansiedad ocupan su lugar. La humildad y aprender a escuchar a los demás es el principio para conseguir tus fines sin que nadie se sienta mal por ello.
La palabra mágica
Para dirigirte a la otra persona usa su nombre de pila. No hay nada más seductor para cualquiera que escuchar su propio nombre. Cuando desees algo, dirígete a los demás por su nombre. Será más sencillo conseguir lo que persigues.
No criticar jamás a tus compañeros ausentes o a tu competencia
Más de una vez te encontrarás con alguien que habla mal de otro o espera que tú lo hagas. No caigas en ello. De esta forma no sólo estarás dando una imagen de profesionalidad y mayor altura moral que los demás, sino que, además, desactivarás el aquelarre.
Todos nos equivocamos
Hay momento en que tenemos que afrontar las consecuencias de nuestros errores. La mejor forma de hacerlo es con valentía y humildad. Para suavizar las reprimendas nunca intentes justificar lo injustificable. Lo mejor es ponerse del lado de la otra persona para buscar juntos una solución al problema.
La técnica del espejo
Si en tu espacio de trabajo acostumbras a recibir gente, coloca un espejo detrás de ti de tal forma que tu interlocutor se vea reflejado en él. Esto asegurará que su talante sea más suave y amable. A nadie le gusta ver su lado oscuro reflejado en el espejo.
Silencio para las respuestas incompletas
Si te intentan eludir una pregunta con una respuesta incompleta o desviando el foco de la conversación a otro asunto, la solución no está en insistir reformulando la pregunta. Hay un método con el que se consiguen resultados muy positivos en un alto porcentaje de las ocasiones. Tras la respuesta del interlocutor mírale fíjamente a los ojos y guarda silencio. Tomando ese camino no le dejarás más opción que seguir expresándose y es muy probable que acabe diciendo lo que realmente opina. Esta técnica te ayudará a ganar seguridad en ti mismo y aprenderás el valor de saber callar.
Y si la cosa se pone tensa…
¿Quién no ha tenido que lidiar en alguna ocasión con una persona agresiva? Ante estas situaciones lo mejor es no dejarse llevar por la ira. No alterarse provocará en un primer momento un aumento de la tensión en la otra persona al no corresponderle en la confrontación. Muéstrate seguro, respetuoso y haz que el otro se sienta escuchado. Al poco tiempo la ira será sustituida por un sentimiento de culpa por su salida de tono. Ahora es tu momento.
Acepta un NO por respuesta
Aprende a decir «No» y también a escucharlo. Cuando te dicen que «no» a algo, no te rechaza, únicamente no precisan lo que les ofreces en ese momento. Muéstrate empático, escucha y considéralo, no el final, sino un punto de partida. La información es poder, aprende a verlo desde ese punto de vista.
Nadie nace sabio
Si no sabes algo, dilo. No te avergüences por ello; motívate sabiendo que lo vas a averiguar y ponte a ello. El principio del conocimiento es la humildad de saberse ignorante.
Hay veces en que la falta de comunicación de las personas puede llevarlas a comportamientos inapropiados motivados por pensamientos sesgados basados en suposiciones y no en una visión objetiva de los hechos. Habla, pregunta lo que no sepas, escucha y ponte en el lugar de los demás. Todo tiene su motivo, descúbrelo, no lo imagines.