El secreto de la viralidad no está en los algoritmos, sino en las emociones. Aprende a crear contenido que no solo se vea, sino que se sienta y se comparta
Seguro que alguna vez te ha ocurrido: te encuentras navegando por las redes y de repente te detienes. No eres consciente ni siquiera de por qué, pero ese vídeo, contenido, publicación o texto ha logrado captar tu atención de manera inmediata. Sientes algo, te ríes, te produce asombro o sorpresa, te enfada, o hace que se te pongan los pelos de punta. Y antes de que te des cuenta, ya lo has compartido.
Y no lo compartes porque alguien te haya pedido que lo hagas, sino porque algo dentro de ti reacciona así.
Y eso es el corazón, el kit de la cuestión del contenido viral. Y no, no se trata de encontrar la “fórmula secreta” del algoritmo, ni de subirte a cada trend viral del momento como si fuese una ola que no puedes dejar pasar. Lo verdaderamente viral sucede cuando un contenido es capaz de activar los mecanismos o emociones más profundas del comportamiento humano: conexión social, recompensas cognitivas, emociones.
Hoy en día, y más que nunca, si deseas que tu contenido tenga impacto, debes saber mirar más allá de los números y métricas, tienes que mirar en la mente del público. Y ahora, en Iconestudio, vamos a decirte cómo.
¿Qué hace que un contenido se vuelva viral?
Durante años, se ha intentado desvelar el concepto de viralidad como si se tratara de una fórmula matemática: número de likes, frecuencia entre publicaciones, tipo de formato ideal, hashtags recomendados. Y aunque todos estos elementos hacen su parte que les corresponde, ninguno de ellos da una explicación clara de por qué un contenido se repite y comparte una y otra vez.
Lo que sí que nos da una explicación más abstracta y menos “tangible” es la emoción: la necesidad de sentirse identificado, el reflejo social, la sensación de novedad y sorpresa. Es decir, la psicología.
Cuando algo se vuelve viral, no es porque funcione mediante un algoritmo, sino porque funciona con las personas. Y las personas compartimos lo que nos llega, lo que nos representa, lo que pensamos que también podría hacer sentir a los demás.
En otras palabras, no compartimos contenido, compartimos emociones. Y la razón es porque queremos que el resto de gente lo sienta y perciba de la misma forma que nosotros.
Los factores psicológicos de la viralidad
A lo largo del tiempo, estudios de neurociencia y marketing de conducta han identificado ciertos patrones repetitivos en los contenidos virales. Y no, no son fórmulas cerradas, pero sí son “disparadores universales” que se activan cuando un contenido conecta con el usuario desde dentro.
Emoción pura y directa
La viralidad surge donde nace la emoción. Ya se trate de una risa, indignación o una lágrima, el contenido emocional traspasa las barreras cognitivas, se cuela en el sistema límbico, esa parte del cerebro que reacciona antes que piensa. Por esta razón lo compartimos, porque al sentir algo nos vemos impulsados a compartirlo.
Identidad y pertenencia
Cuando algo se identifica con lo que pensamos, lo que creemos, lo que somos o aspiramos a ser, sentimos un impulso de decir: “Así soy yo”. Y en el entorno digital, esto se traduce en compartir el contenido. Mostrar un contenido realmente es mostrar una faceta de uno mismo.
Recompensa cerebral
Cada vez que aprendemos algo nuevo que nos resulta útil, nos reímos con algo inesperado o somos sorprendidos, el cerebro libera dopamina. Esto quiere decir “eso ha estado bien, hazlo otra vez”. Por eso el contenido que nos hace sentir bien lo atraemos.
Sorpresa y disonancia
Lo inesperado rompe esquemas, nos detiene y nos obliga a mirar. Una historia con un giro argumental, una imagen que desafía lo obvio y la lógica, una frase que rompe con lo establecido; todo esto nos genera una pausa en medio de nuestra navegación automática. Y en ese momento, si el mensaje es bueno, se nos queda.
Belleza visual y simplicidad
La forma sí que importa. Un mensaje claro, que sea presentado de manera atractiva visualmente, tiene más posibilidades de ser captado, recordado y compartido. En un entorno en el que estamos saturados de estímulos, lo simple y bien diseñado tiene más poder del que parece.
Cómo usar estos principios en tu estrategia de marketing digital
Una vez comprendes cómo funciona la viralidad desde dentro, el desafío pasa a ser cómo aplicar de manera consciente estos principios sin perder la autenticidad.
Y aquí está la estratagema: no se trata de manipular, sino de conectar mejor. Porque hacer contenido viral no significa perseguir likes vacíos, sino construir piezas que lleguen más lejos porque tocan más hondo.
Empieza por la emoción
Cada contenido que publiques debe tener claro qué quiere transmitir. No se trata de buscar reacciones forzosas, sino de identificar qué emoción moviliza mejor tu mensaje: la esperanza, la empatía, la sorpresa, el orgullo, la nostalgia.
Cuenta algo reconocible
Las historias pequeñas también son grandes. Un buen contenido viral muchas veces surge de un pensamiento cotidiano, pero contado con la voz adecuada. Lo importante es que el lector se reconozca, que piense “a mí también me ha pasado”.
Diseña desde la psicología, no desde la estética
El diseño que solo entra por los ojos, sale igual de rápido. Pero el diseño que activa un recuerdo, una emoción o una reflexión… ese se queda.
Por eso, al crear contenido, piensa no solo en la belleza, sino en lo que activa:
- Jerarquías visuales claras
- Colores con intención emocional
- Tipografías que respiran
- Imágenes que cuentan sin saturar
El contenido que se comparte es el que se siente
La viralidad no se fabrica, pero sí se diseña. No como un truco, sino como una manera profunda de comprender cómo funcionan las personas.
Las marcas que lo comprenden que crean desde la empatía, la emoción y la autenticidad tienen más posibilidades de ir más allá del algoritmo. Porque lo que se comparte no es lo perfecto, es lo que conecta.
En un mundo donde todos quieren ser vistos, solo los que hacen sentir son recordados. Y eso, en esencia, es lo que convierte un contenido normal… en contenido viral.